lunes, 8 de agosto de 2011

Cartas a la reina plateada II. Pasos fatales

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"Cartas a la reina plateada"
http://blackrabbitdejerry.blogspot.com/2011/06/cartas-la-reina-platerada.html
 
Alina María:

       Soy enteramente feliz ante vos. Desde que en nuestros, por ahora, breves encuentros, me saludas con tu adorable “besá mis labios” soy preso y enamorado de vos. En seguida,  con delicadeza, te bajás el short blanco y luego la tanga plateada, para que yo acuda arrodillado a esos labios. A tus labios bajos. A los que beso y acaricio con mi lengua con fruición y encanto. Sin embargo, me cuesta escribirte porque estoy envenenado por cuestiones de trabajo. Me cuesta concentrarme en el placer. Pido disculpas arrodillado ante ti. Con todo, sé que vos, reina total de mi corazón, me estas preparando para que pueda enfrentar situaciones de gravedad como tu verdadera caballero.
       Sin embargo, tengo la necesidad de insistir sobre algunas cuestiones aquí ya que no tengo palabras cuando estoy frente a tu cuerpo. Al final de la charla del lunes, vos me dijiste “infeliz”.

Eso estuvo equivocado. Realmente, soy feliz en mi condición y lo soy aun más cuando me tenés a tus pies. Amenazas tales como “no vas a para de sufrir” están de más. No porque no sean ciertas sino porque son innecesarias: sos mi dueña, podrás hacer conmigo lo que quieras sin necesidad de estar reafirmándolo. Lo sabés. Lo sé.
      Me encantan las amas que pueden someterme completamente sin usar la violencia y casi sin mover un pelo. Me encantan esas mujeres que solo te dicen “tierno…” y hacen que el pene se te pare de tal manera que te entregás servido en bandeja y con moño de regalo. Sé que con vos, además de ese mágico don, estoy incorporando sensaciones y aprendizajes sin los cuales me sería imposible enfrentar el destino.
            A tus pies, tu más sumiso caballero...

Julius


Alina María, reina adorada de mi corazón:
Los encuentros son breves y espaciados en el tiempo. Y yo ardo de deseos de estar acostado en el piso boca arriba y desnudo con vos en el salón de pisos de madera a media luz. Vos llegarías caminando con tus zapatos blancos de taco y puntera aguda, vestida con el short blanco. Te pararías cerca de mi cara, quizás sonreirías y, a modo de saludo, acercarías tu zapato a mi boca.
Yo lamería y besaría la punta aguda, y luego la suela. Hasta meterme el taco en la boca lo más al fondo posible. Yo lo “mamaría” con obediencia. Vos podrás decirme “puta” o bien “pela el pene, puta”. Y yo, desnudo en el piso como estaría, me tomaría el pene alzado con ambas manos y tiraría la pielcita de la cabeza hacia atrás, todavía con el taco en mi paladar.
Luego caminarías con pasos fatales alrededor mío y te pararás entre mis piernas abiertas. Con la punta del zapato blanco levantarías la cabeza del pene y lo irías empujando hasta presionarlo contra mi estomago. Yo sentiría el pene tibio en la panza. Podrás clavarme el taco en los huevos o más abajo. Presionarías con el taco y así harías que el pene se tense aun más. Sin embargo, yo ya estará pisado y controlado. Será doloroso. Pero puedo asegurarte que no gritaré. El placer me invadirá la boca. Estar así frente a su diosa es lo más hermoso que le puede pasar a un hombre. Vos podrás mirarme a los ojos y quizás sonreir. Nuevamente seré tuyo. Lo sabés.
Me cuesta hacerme tiempo pero necesito escribirte. Como te sugerí en mi anterior misiva, en el ámbito de la gerencia son tiempos de intrigas palaciegas. Una jefatura desplaza a otra y esta última desaparece como si se la hubiera tragado la tierra. Habrá que andar con cuidado y ojos en la nuca. Sé que todo lo que haga junto a vos, me ayudará a servirte en esta causa, como su hombre blindado sirve a su reina.
            Por eso insisto en que me concedas tu presencia.
Besos a tus pies, tu más sumiso caballero…



 

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